Me lesioné la pierna en la clase de gimnasia, así que mi madre me sugirió que hiciera un tratamiento quiropráctico seitai. El médico parecía amable, pero había algo lascivo en su forma de mirarme. Durante nuestra primera vez, antes de que me diera cuenta, la mano que se suponía que me estaba tratando se había acercado poco a poco hacia mis senos, luego se movió hacia mis nalgas y entre mis piernas, su toque se vuelve más intenso cada minuto. No sabía qué hacer, así que me quedé callada y dejé que me manoseara. Luego comenzó a masajear mis partes íntimas, lenta y suavemente, a medida que se volvían cada vez más sensibles. Antes de darme cuenta, mi cuerpo se volvió adicto a su tratamiento.
